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El sistema inmune y la flora bacteriana, aliados para combatir la obesidad.

Una clase específica de bacteria en la flora intestinal impide que los ratones se tornen obesos, según una investigación de la Universidad de Utah que podría indicar una forma de control del peso en los humanos.

Cliera
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La  investigación realizada por la  Universidad de Utah dirigido por June Round, Ph.D., profesor asociado de patología en U of U Health, y  W. Zac Stephens, Ph.D. profesor asistente de investigación de U of U Health, señalan que una clase específica de bacterias del intestino evita que los ratones se vuelvan obesos, lo que sugiere que estos mismos microbios pueden controlar el peso en las personas de manera similar. Las bacterias beneficiosas, llamadas clostridios, forman parte del microbioma, colectivamente billones de bacterias y otros microorganismos que habitan en el intestino.

A lo largo del último siglo, la obesidad y el síndrome metabólico -un conjunto de trastornos simultáneos que aumentan el riesgo de enfermedad cardíaca, accidente cerebrovascular y diabetes tipo 2- se han convertido en una epidemia global, indicó el estudio. Actualmente hay más de 1 900 millones de personas obesas en el mundo y numerosos estudios han señalado el papel de la regulación del sistema de inmunidad en la enfermedad metabólica. El cuerpo humano contiene unos 100 billones de microorganismos, principalmente en el tracto digestivo, incluido un millar de especies diferentes de bacterias que comprenden más de tres millones de genes. En condiciones saludables estas bacterias cumplen funciones vitales como la intervención en la expresión de genes y la prevención de enfermedades, y los científicos han determinado su papel clave en la regulación del metabolismo de los mamíferos.

En nuestro cuerpo alberga hasta 2.000 especies distintas de bacterias entre los que se encuentran  Clostridiaceae, Ruminococcaceae, Lachnospiraceae o Peptostreptococcaceae que conviven con nosotros y nos ayudan al buen funcionamiento del metabolismo.

El estudio, publicado en línea en la revista Science el 25 de julio, muestra que los ratones sanos tienen una gran cantidad de Clostridia, una clase de 20 a 30 bacterias, pero aquellos con un sistema inmunitario deteriorado pierden estos microbios de su intestino a medida que envejecen. Incluso cuando se alimenta con una dieta saludable, los ratones inevitablemente se vuelven obesos. Devolviéndole esta clase de microbios a estos animales les permitió mantenerse delgados.

Microscopía electrónica de la bacteria 'Desulfovibrio'.E.M
Microscopía electrónica de la bacteria 'Desulfovibrio'.E.M

Hay un tipo especial de células, las llamadas células T ayudantes foliculares (TFH, por sus siglas en inglés), que incitan a las células inmunes B del intestino para que produzcan inmunoglobulina A (IgA), lo que evita la acumulación de grasa y la resistencia a la insulina

Los linfocitos cooperan con la bacteria Clostridia para frenar la expansión de Desulfovibrio. En juego está la producción del anticuerpo inmunoglobulina A, clave para evitar una enfermedad metabólica.

Un desequilibrio en el sistema inmunológico reduce el control de los microbios intestinales, lo que puede resultar en una composición de microorganismos que conduce al síndrome metabólico.

El estudio se ha hecho con ratones modificados genéticamente para que no produjeran IgA. En ellos han observado que esto afectaba a la población de la bacteria Clostridia, lo que a su vez permitía el desarrollo del microorganismo Desulfovibrio. Ambas bacterias están implicadas en la absorción de los lípidos de la dieta, una suprimiéndolo y la otra fomentándolo. “Las células TFH regulan las respuestas de anticuerpos. Los anticuerpos se unen físicamente a los microbios y alteran su función o evitan que penetren en el tejido.

Durante los experimentos, se utilizaron ratones jóvenes modificados genéticamente para que sus células TFH no fueran activas y para que sus anticuerpos IgA no se unieran correctamente a las bacterias del tracto digestivo. Esto alteró la composición de su flora intestinal y, a medida que envejecieron, desarrollaron obesidad, enfermedad del hígado graso, tejido adiposo inflamatorio y resistencia a la insulina.

Por esta razón, los investigadores concluyen que los linfocitos TFH ayudan a las células B a producir IgA, que es esencial para el mantenimiento de la bacteria Clostridia. Esta reduce la absorción de grasa y evita que se expanda Desulfovibrio, un microorganismo que favorece todo lo contrario, que se metabolicen los lípidos.

June L. Round, Ph.D.

June Round, Ph.D aseguró:

“Ahora que hemos encontrado la bacteria responsable por este efecto de adelgazamiento podríamos entender realmente qué hacen los microorganismos y si tienen valor terapéutico”

En condiciones saludables estas bacterias cumplen funciones vitales como la intervención en la expresión de genes y la prevención de enfermedades, y los científicos han determinado su papel clave en la regulación del metabolismo de los mamíferos.

Charisse Petersen, Ph.D. del Departamento de Patología, División de Microbiología e Inmunología, Facultad de Medicina de la Universidad de Utah, Salt Lake City, aseguró:

“Estas bacterias han evolucionado para vivir con nosotros y nos benefician”

Source sciencedaily elmundo.es noticiassin.com